La igualdad como producto capitalista; crónica de un debate familiar
Paula Fumadó
Sábado por la mañana; ayer nadie salió de fiesta en mi casa y por eso hoy mis padres nos llaman para desayunar. Mi hermano ya lleva un rato cantando en el salón, mientras que a mí y a mi hermana nos cuesta levantarnos. “Yo perreo sola”, canta concretamente mi hermano Jordi. Yo lo escucho desde mi habitación y tarareo la canción a la vez que recuerdo por qué me está costando tanto madrugar. Y es que ayer por la noche, teníamos una cita obligada con el estreno de un videoclip que iba a dar mucho de que hablar.
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La estrella del reguetón Bad Bunny, estrenó a la medianoche del 27 de Marzo el videoclip de su canción Yo perreo sola. Un videoclip que en menos de 24h se ha situado en el número 2 de tendencias de Youtube.
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En el vídeo musical, el cantante aparece caracterizado con diversos looks asociados tradicionalmente a la estética femenina. Así pues, lo vemos con vestidos, tacones o incluso con un par de tetas. A continuación, también aparece vestido como él mismo con un llamativo atuendo rosado. De esta manera, representa la masculinidad vestido de rosa en un campo de flores. Además, frases como “que ningún baboso se le pegue”, o el propio título de la canción, reivindican el derecho de las mujeres de salir a bailar con total libertad sin aguantar actitudes de “babosos” a su alrededor.
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Por todo ello, el cantante ha recibido los aplausos de algunos sectores feministas así como las críticas de otros, colocándose así en el centro de un debate social que hoy tiene lugar en muchas casas.
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En la mía, una casa con tres jóvenes y dos adultos desayunando, Jordi muestra el videoclip a su família; a lo que su madre responde: “Estas canciones no me gustan que son muy machistas”. “¿Las canciones de Bad bunny?”, pregunta Jordi. “No sé, el reguetón en general”, contesta ella. Mi hermana Laura, no tarda en entrar en la discusión: “¿Cómo puedes decir que un género musical es machista?, ¿qué es lo machista?, ¿las notas musicales? Como mucho pueden ser machistas las letras o el artista, pero eso puede pasar tanto en el reguetón como en cualquier otro género.
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Mi padre, acepta que ya no hay motivos para asociar el género latino con el machismo. De hecho, lo que hace destacar las reivindicaciones de Bad bunny es que precisamente lo haga desde un género tradicionalmente asociado a la masculinidad hegemónica y al machismo como es el reguetón. Sorprendentemente, incluso admite que es cierto que el vídeo rompe con los estereotipos de género. Aun así, dice que el cantante solo ha hecho un videoclip así “porque sabe que ser feminista está de moda”, pero que para ser feminista uno debería tener un compromiso real con la causa de las mujeres. Ojo al dato; “ser feminista está de moda”. ¿Es una ventaja o una banalización para el movimiento convertirse en una moda?, me pregunto. Y mi padre insiste diciendo que “si tú sales por la tele diciendo que apoyas a ciertos colectivos, ya te los has ganado. Y eso a un artista siempre le viene bien”.
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El razonamiento de su padre desconcierta a los jóvenes de la casa, que desde las reivindicaciones de Bad bunny en redes, así como en en el programa de Jimmy Fallon, veían al cantante como un aliado del colectivo LGTB+. De hecho, Laura reconoce que ella ha empezado a seguir a Bad bunny después de ver “la deconstrucción de la ideología patriarcal” por la que ha pasado.
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Mientrastanto, los adultos de la casa siguen sin entender la creación de un icono sobre la figura de Bad bunny si, como dice papá, “lo de vestirse de mujer ya lo hizo Freddy Mercury”. Jordi responde que “el caso es que sigue siendo un escándalo que una estrella rompa con los estereotipos de género, por eso tiene mérito que lo haga”. De esta manera, mis hermanos defienden que sí que tiene una utilidad lo que hace el artista, ya que da visibilidad a una masculinidad no tóxica y permite a sus seguidores replantearse qué significa ser hombre.
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Así pues, los mayores de la casa se muestran reticentes ante la figura de Bad bunny como ejemplo a seguir y critican la apropiación de un movimiento social por simple interés capitalista. En cambio, los jóvenes aplauden la integración de las reivindicaciones de género en lo mainstream alegando que es la vía más rápida de llegar a la población. No creo que un espontáneo debate familiar en una terraza tenga todas las respuestas al rededor de la figura de Bad bunny; pero sí que nos lleva a preguntarnos: ¿Es Bad bunny digno de los aplausos del colectivo LGTB+? Es innegable que el artista ha dado una visibilidad abismal a las distintas feminidades y masculinidades existentes, ampliando así el marco mental de muchas personas por lo que respecta a la identidad de género; pero aún así, ¿es lícito aprovecharse de reivindicaciones sociales para generar ingresos? Laura dice que sí; que mejor poner de moda el feminismo que el machismo. En cambio, mi madre dice que no; que ser feminista no es soltar cuatro frases en televisión. De todo ello, nos quedamos con un “tal vez”. Todo lo que sea de ayuda para erradicar la discriminación e invisibilización de un colectivo será bienvenido, aunque debemos ser conscientes de los intereses que hay detrás y pensar si vamos a dejar que un hombre que no forma parte de un colectivo se convierta en su referente.